A inicios de mayo de 1973, el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, definía su política hacia América Latina en los albores de su segundo mandato presidencial. William Jordan relata en sus memorias que, al pie de esas declaraciones, el entonces canciller de Panamá, Juan Antonio Tack, meditaba incansablemente sobre el camino a seguir para reiniciar los esfuerzos por lograr un nuevo acuerdo con Estados Unidos. Nueve años habían pasado desde los violentos acontecimientos de aquel fatídico mes de enero de 1964.
En sus varios días de cavilaciones, Tack leyó una y otra vez las palabras de Nixon y en estas finalmente encontró un esquema sobre el cual delinear la posición panameña: “… su política hacia América Latina se basaba en cinco principios” (…) “Tack decidió que esa era la respuesta: un conjunto de principios”, señaló Jordan.
Inspirado en su conocimiento profundo sobre “las causas del conflicto”, como buen historiador, columna vertebral de su formación intelectual y política, Tack formuló ocho principios básicos que serían “la piedra angular de cualquier tratado” con Estados Unidos. Estos eran:
1). La abrogación del Tratado de 1903. 2). Un nuevo tratado con fecha fija de vencimiento. 3). Fin de la jurisdicción estadounidense sobre todo el territorio de Panamá. 4). Uso por parte de Estados Unidos de tierras y aguas necesarias para operar y mantener el Canal y para proteger las instalaciones vitales. 5). Panamá debe recibir una parte justa y equitativa de los beneficios provenientes del Canal. 6). Las actividades del gobierno estadounidense deben limitarse a la operación, mantenimiento y protección del Canal. 7). Las actividades militares deben restringirse a las estipuladas expresamente en el tratado. Y, 8). Derecho de Estados Unidos a construir un canal a nivel del mar (a) si su decisión es tomada en un período razonable, (b) si Panamá retiene plena jurisdicción en la nueva zona del canal y (c) si el canal a nivel del mar está amparado por otro tratadotambién con fecha final.
Dos semanas después, reunido en Buenos Aires, Argentina, con William P. Rodgers, secretario de Estado de Estados Unidos, el canciller Tack hizo entrega de una misiva de nueve páginas que profundizaba sobre estos ocho principios que llevarían, el 7 de febrero de 1974, a la firma de los Acuerdos Tack-Kissinger.