Por Gabriel Murgas Patiño

Los efectos del cambio climático son cada vez más visibles. Este fenómeno está afectando directamente al recurso más importante del planeta: el agua. De ahí que las fluctuaciones en la intensidad de las lluvias, así como las sequías, los cambios en los patrones de temperatura, el derretimiento de los casquetes polares, la superpoblación en zonas urbanas que demandan mayor cantidad de agua potable, junto con los altos niveles de contaminación de los ríos y mares, hayan despertado la necesidad de establecer políticas mundiales que aseguren la disponibilidad del vital líquido.

Esto, sin mencionar la interconexión implícita del agua con otros componentes que aseguran la vida en nuestro planeta como seguridad alimentaria, producción de energía, salud, educación y economía mundial. Si bien es cierto que las acciones por la conservación del agua no son una novedad y que cada nación establece sus lineamientos de forma independiente, ahora el escenario ha cambiado. Se necesita una coalición internacional que trabaje de forma coordinada para asegurar la sostenibilidad de la vida humana, fundamentada en buscar, crear y proteger fuentes de agua.

En este sentido, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha establecido programas y acuerdos internacionales para incentivar acciones mancomunadas por parte de los Estados miembros. Por ejemplo, el Protocolo de Kioto (1997) introdujo objetivos para que países desarrollados redujeran emisiones contaminantes procedentes de zonas industriales. Sin embargo, para hacer más pleno el esfuerzo en disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, surgió el Acuerdo de París (2015), que es un compromiso de carácter mundial vinculado con el tema del cambio climático.

De igual forma, la ONU estableció la Agenda 2030 (2015) con 17 objetivos de desarrollo sostenible, de aplicación universal, enfocados en promover la prosperidad y a la vez, la conservación del ambiente. El Objetivo n°. 6 establece la prioridad de agua limpia y saneamiento, y comprende la accesibilidad y distribución del agua para todas las personas. Por otro lado, el Objetivo n°. 12 promueve la producción y consumo responsables, detalla el uso racional de los recursos naturales, reduciendo la contaminación y buscando nuevas formas de producción amigables con el ambiente.

Asimismo, se destaca el Objetivo n°. 13, acción por el clima, que invita a incorporar medidas relativas al cambio climático en las políticas, estrategias y planes de las naciones.

Se espera que tanto los países, como las instituciones y empresas privadas se acojan a estas y otras iniciativas que tendrán en conjunto un impacto positivo tan necesario en nuestros días por la realidad que vive el planeta.